miércoles, 11 de febrero de 2009

Huevos flotadores


Para realizar este experimento necesitamos:

tres vasos grandes,

un huevo de gallina,

agua y sal.

Demostraremos como el contenido de sal en el agua influye sobre capacidad de flotación de los cuerpos que se introducen en ella. Comenzamos llenando dos de los tres vasos con agua. Añadimos sal a uno de ellos y agitamos el agua para que se disuelva por completo.

A continuación, colocamos el huevo en el vaso que tiene agua pura y observamos como se hunde lentamente hasta el fondo.

Luego, lo sacamos del primer vaso y lo ponemos en el que tiene agua con sal.

Si la cantidad de sal es suficiente, el huevo flotará. Podemos jugar otro poco utilizando el tercer vaso. Pongamos en huevo en él, y agreguemos agua pura hasta que lo cubrirlo con más o menos con un centímetro de líquido. Si agregamos agua con sal lentamente, veremos como en un momento determinado el huevo queda entre dos aguas, es decir, ni flota ni se hunde. En este punto, si agregamos agua sola el huevo se irá al fondo, y si agregamos agua salada flotará de nuevo.

Esto ocurre por que, nuevamente, sobre el huevo actúan dos fuerzas: su peso y la fuerza que hace hacia arriba el agua (si, el empuje que describió Arquímedes). Si el peso es mayor que el empuje, el huevo se hunde, en caso contrario flota y si son iguales, queda entre dos aguas. Cuando añadimos sal al agua, conseguimos un líquido más denso que el agua pura, lo que hace que el empuje que sufre el huevo sea mayor y supere su peso, haciéndolo flotar. Este hecho puede explicar porque es más fácil flotar en el agua de mar que en el agua de una piscina.

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